domingo, 26 de octubre de 2008

Toda esperanza, todo sueño, se acompaña de una cierta fe*. La fe en uno mismo, o en algun Dios inexistente, o algún ente de razón como el destino, la suerte, cualquier cosa sea. Esa fe es una especie de reafirmación de la propia seguridad de poder lograr lo que se anhela. Una vez lei esto: "Fe: el engrudo insipido". Sin embargo, es tonto tener fe en el mañana, porque no existe aun. Es inutil tener fe en uno mismo porque uno mismo es falible e imperfecto. Es peor aun darle la tarea de que nos haga más fácil el vivir a un amigo imaginario (Dios), porque de este su existencia es tan improbable, o contradictoria en si misma, e inclusive inconveniente en muchos aspectos que no es mejor si estamos solos. En fin, que la vida realista (no necesariamente una vida feliz, he de admitirlo), es una donde nos damos cuenta del hecho de que como especie estamos solos (practicamente), que al universo le importamos un carajo, que nuestros sentimientos, nuestra conciencia, autopercepción, lo que sea, son nada más que propiedades emergentes del cerebro, hecho de materia, igual que el resto del universo. No somos más especiales que eso.

Aunque, pensado de otro modo, lo que termina siendo valido a fin de cuentas, no es la realidad como tal, sino nuestra apreciación de ella. Lo que hemos construido, las relaciones, las amistades, las ocupaciones, los logros, las victorias y las derrotas... Todo eso es lo que importa realmente.

Pero de seguro es más complicado que eso...

Mi definición de fe es: "certeza o convicción que no esta avalado por evidencia". El uso que le doy aqui es similar.

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